Alrededor de este tiempo del año, escuchamos acerca de las resoluciones.  Viendo hacia el futuro, la gente quiere comprometerse a llevarlas a cabo (que significa tomar decisiones firmes), cambiar las cosas para mejorar.  La mayoría de las resoluciones que la gente hace para el año nuevo tiene que ver con volver a lo básico.  Ya sea que se trate de su dieta, salud, hábitos o relaciones, la gente busca cortar con las cosas malas que se han colado a través del tiempo, y desean volver a lo básico que es lo sencillo y fundamental no adulterado.

Hace muchos años, a mediados de los noventa, compartí una enseñanza titulada “De Regreso a lo Básico”.  Esta enseñanza fue el resultado de un mes entero que pasé en oración y ayuno.  Por un mes no asistí a la oficina, y la mayor parte del tiempo la pasé dentro de mi casa mientras ayunaba y buscaba al Señor.

El resultado de este tiempo de enfoque fue el deseo de regresar a lo básico.  Recientemente leí la transcripción de esta enseñanza y fui recordado acerca de la importancia de restaurar nuestros fundamentos así como el altar del arrepentimiento, adoración y simple obediencia—lo que se necesita para que el pueblo de Dios tenga un avivamiento auténtico, personal y corporativo.

El libro de Malaquías también habla acerca de lo básico de un avivamiento.  Al final de Malaquías, en el capítulo cuatro, tenemos una vista previa de lo que Dios hará antes del gran y terrible día del Señor.  “Estoy por enviarles al profeta Elías…Él hará que los padres se reconcilien con sus hijos y los hijos con sus padres, y así no vendré a herir la tierra con ‘destrucción total’.”

También se nos dice que “para ustedes que temen Mi nombre, se levantará el sol de justicia trayendo en sus rayos salud.  Y ustedes saldrán saltando como becerros recién alimentados.”  Anhelo ver el día cuando el fuego del avivamiento restaure el corazón de los padres hacia los hijos y de los hijos hacia los padres, cuando los hijos e hijas de Dios sean liberados de sus restricciones con el poder sanador de Dios.  ¡Qué día tan glorioso será ese!  Sin embargo, creo que antes de que podamos ver el avivamiento de Malaquías 4, debemos regresar a lo básico de Malaquías 1-3.

 

Una respuesta a la pregunta

¿Recuerdan haber visto el programa Jeopardy (Riesgo)?   Los concursantes tenían que dar su respuesta en la forma de una pregunta, tal como, “¿Qué es Waterloo?” o “¿Quién es Napoleón?”  Bueno, en el libro de Malaquías, Dios hace algo similar—da respuestas a las preguntas que Él mismo hace.  Los capítulos uno y dos de Malaquías están llenos de preguntas que proporcionan un diálogo revelador entre Dios y Su pueblo.

La primera pregunta y respuesta del diálogo que vemos está en Malaquías 1:2.  Yo os he amado, dice Jehová; y dijisteis: ¿En qué nos amaste?

El primero de los aspectos básicos que debemos entender y al cual debemos regresar es nuestra relación de amor con Dios.  Apocalipsis 2:4 dice, “Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor.”  El diálogo en Malaquías 1:2 revela que el pueblo de Dios no se había decidido en cuanto a su relación de amor con el Padre.  No entendían Su amor y eran incapaces de permanecer fieles para amarle.

La segunda pregunta que vemos en Malaquías 1:6 es, “Si, pues, soy yo padre, ¿dónde está mi honra?”  Para regresar a lo básico en cuanto al avivamiento, debemos volver a honrar a nuestro Padre Celestial.  Hacemos esto al honrar Su Palabra, pero también se nota en como honramos a los demás—a nuestros padres, a nuestros mayores, y a otras figuras de autoridad.  A pesar de que no estemos de acuerdo con estos líderes, ¿les mostramos honor y respeto?

Aquellos de ustedes que conocen mi historia personal podrán recordar que yo tuve muchos desafíos en mi relación con mi padrastro.  De joven estaba enojado y no le mostré a mi padrastro el honor y el respeto que debí.

Pero, cuando el Señor comenzó a obrar en mi corazón, pude apreciar a mi padrastro como a un padre, y como resultado, algo comenzó a cambiar en él.  Vea usted, entre más hablemos vida sobre alguien, más vida habrá.  Pero entre más desprecie usted a alguien, menos vida resultará.  Al honrarlo a él, nuestra relación fue restaurada.

Después, en el verso 6, Dios le pregunta a Su pueblo, “Y si soy señor, ¿dónde está mi temor?”  Como muchos de nosotros hoy, en los días de Malaquías, Israel proclamó a Dios como Señor con sus labios, pero no le mostraron respeto con sus acciones.  El capítulo uno de Malaquías sigue describiendo como el pueblo le dio a Dios el peor de sus sacrificios y el menor de su tiempo.

¿Cuántos de nosotros hacemos lo mismo, dándole a Dios lo menos y lo peor que podamos, y sin embargo, esperamos y hasta demandamos que Él nos dé lo mejor de Él?  Le dimos las sobras de nuestro horario, pero queremos que Él esté ahí para contestar nuestras oraciones inmediatamente cuando lo llamamos.  Le damos las migajas en términos de darle de nuestro tiempo, talentos y tesoros, y sin embargo, esperamos que Sus bendiciones caigan libremente sobre nosotros.  ¿Cómo puede ser esto?  Si lo llamamos Señor, ¿dónde está Su honor, reverencia y respeto?

Finalmente, Malaquías acusa de traición de los hermanos (“¿No tenemos todos un solo padre?”) y pecamos contra nuestro cónyuge (“¿Por qué razón  [rechaza Dios nuestras ofrendas]?”  Hasta que estemos dispuestos a restaurar nuestras relaciones con aquellos que forman parte tanto de nuestra familia espiritual como natural, no estaremos completamente preparados para un avivamiento duradero y sostenido.

 

Preparados para Su venida

Regresemos a lo básico—volvamos a una relación de amor con el Señor; dándole honor a nuestro Padre Celestial, dándole a Dios el respeto debido a Su nombre y lo mejor de nuestro tiempo, pertenencias y esfuerzos; y tratando correctamente a aquellos que son parte de nuestra familia espiritual y natural—lo cual nos prepara para el fluir que está por delante. Al remover las impurezas que se han colado con el tiempo, podemos estar preparados para Su venida.

Malaquías 3:24 dice, “¿Pero quién podrá soportar el tiempo de Su venida?  O ¿quién podrá estar en pie cuando Él se manifieste?  Porque Él es como fuego purificador y como jabón de lavadores.  Él se sentará para afinar y limpiar la plata: limpiará a los hijos de Leví, los afinará como a oro y como a plata, y traerán a Jehová ofrenda en justicia.  Entonces será grata a Jehová la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en los días pasados, como en los años antiguos.”

Existe un fuego purificador y una limpieza a lo cual debemos ceder para volvernos una vez más un sacrificio agradable para el Señor.  Debemos determinar—tomar la firme decisión—de volver a lo básico.  Debemos resolver amar a Dios primero, honrarle, darle lo mejor, y hacerle el bien a los demás.  “¡Volveos a mí y yo me volveré a vosotros!” dice el Señor en Malaquías 3:7.

Al entrar en el año 2013, que nuestra resolución sea buscar al Señor por Su fuego purificador.  Animémonos  unos a otros para derretir la escoria y limpiemos las impurezas.  Seamos aquellos que le temen a Él y que esperemos Su regreso glorioso con corazones preparados.

Mi oración es que este sea un año para restaurar el pacto con Dios así como  las relaciones de pacto.  Restauremos el altar de adoración auténtica como adoradores vivientes que atraigan la presencia de Dios.  Que esta sea nuestra resolución.

Entonces los que temían a Jehová hablaron entre sí.  Jehová escuchó y oyó, y fue escrito ante él un memorial de los que temen a Jehová y honran Su nombre.  “Serán para mí especial tesoro,” dice Jehová de los ejércitos, “en el día en que yo actúe.  Los perdonaré como un hombre perdona al hijo que lo sirve.  Entonces os volveréis y discerniréis la diferencia entre el justo y el malo, entre el que sirve a Dios y el que no le sirve.”   Malaquías 3:16-18

 

Por Doug Stringer

Enero de 2013

Traducción Elsa A. de Huerta